En Madagascar vivía Sole, una hermosa jirafa de tres años que tuvo que soportar la pérdida de su mamá por la culpa de un niño llamado Pepo. Resulta que un día estaban jugando Sole y su madre, cuando Pepo intrigado por la fuerza y rapidez de las jirafas, decidió lanzarles piedras para ver qué hacían ante el peligro. La madre se dio cuenta y se puso delante de Sole para protegerla, mientras corrían a ocultarse. El destino y la puntería de Pepo le jugaron una mala pasada a Sole, pues una piedra cayó en la cabeza de la mamá jirafa.
Pepo la vio caer lentamente, Sole la miraba espantada y de pronto las miradas de Pepo y Sole se cruzaron de tal modo que ninguno pudo olvidarse del otro, quedándose impregnados en sus memorias.
Pepo huyó del lugar con un sentimiento de culpa que no lo dejaría dormir por muchos años; Sole no podía hacer nada, se quedó al lado de su madre mirándola con tristeza y prometiendo todo lo que se le ocurría en ese momento.
Pasó cerca del lugar Mingo, un cazador convertido en activista defensor de los animales, vio la escena y se quedó turbado al ver tanto dolor en el semblante de Sole. Se acercó lentamente, Sole retrocedió, Mingo avanzó con delicadeza, le habló bajito y cantó, acarició a la madre y volvió su rostro hacia Sole; ella lo miraba extrañada y poco a poco se le fue acercando, lo oleteó, sintió su pulso relajado, advirtiendo así que el amable hombre no era de temer.
Fue así que Mingo conoció a Sole y decidió llevársela a vivir con él, muy cerca del lugar donde se habían encontrado. Cada día le daba de comer, la engreía con dulces, le enseñaba piruetas y jugaba a hacer carreras. Sole estaba tan contenta que cada vez que veía a Mingo se acercaba corriendo a acariciarlo.
Pero un día todo cambió, llegó a casa de Mingo, Pepo, quien había resultado ser su sobrino. Saludó a su tío y este le contó que tenía una nueva amiga, se llamaba Sole y era preciosa; Pepo, se sintió curioso y pidió conocerla, cuando llegó al hogar... ambas miradas se cruzaron, sus rostros parecían evocar todos los recuerdos tristes del día en que se conocieron, Sole miró a Mingo, no entendió nada y salió corriendo del lugar; mientras, Pepo lloraba y le contaba todo lo sucedido a Mingo. Pero no era momento para reprochar, necesitaba encontrar a Sole, así que salió corriendo por los campos de Madagascar en busca de su amiga.
Sole no estuvo más, pasaron días, meses y años. Mingo no encontró a Sole, Pepo se volvió activista defensor de los animales al igual que su tío, Sole encontró otro destino.
Mingo adornó una pared de su hogar con la foto de Sole, su amiga y compañera. Aún la extraña y la sigue buscando.
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