--Como le leche que llevo es de buena calidad—se dijo, me pagaran buen precio por ella, de inmediato comprare un canasto de huevos, los incubare y sacare cien pollitos, que me rodearan en el estío.
Venderé los cien pollitos—siguió pensando y luego comprare un robusto lechoncito que celebrare con esmero, y cuanto este grande y gordito, le venderé por buena suma de dinero. Luego comprare una vaca con su terreno que correteara el travieso por el campo, desde el monte a la cabaña.
Brinco de alegría entusiasmada por estos pensamientos, y, por desgracia, resbalo y soltó el cántaro y ¡Pum! Lo hizo trizas en el pavimento.
¡Pobre lechera!--¿adiós, leche, huevos, dinero, pollitos, lechón, vaca y ternerito.
La imaginativa lechera miro desolada que la tierra absorbía el blanco líquido y que un perrito hambriento complacido la blanca leche roseada por el suelo ya no sabía nada de cuanto pensó. Todas sus ilusiones se habrían esfumado en un instante.
¡Oh, loca fantasía¡ ¡Que hermosos palacios de cristal fabrican, insensata, en tu fecundo vuelo!
¿Por qué no moderaste, linda lecherita, tu desbordante alegría? ¿No imaginaste, siquiera por un momento que saltando de alegría, al contemplar ilusionada tu nueva vida, rompería tu esperanza?.
¡Soñaste demasiado, lechera ingenua, y por eso viste rotas tus más caras ilusiones!
Refrán: No anheles impaciente el bien futuro mira que ni el presente esta seguro.
Cortesía de Maeva Erribarren (6to grado)
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